La estrechísima bahía Vaipaee en Ua Huku se adentra a media milla en la costa rocosa de color rojo. Tal como rompen las olas en la entrada, no nos parece claro que realmente queremos entrar. Cerrar ojos e ir a por ella. Una vez dentro, fondeado con anclas de popa y proa estamos mas tranquilo de lo esperado,.

Tres días más tarde, el tiempo cambia. Un cielo gris, se está cocinando algo. Aquí no queremos estar cuando chubascos violentos azoten la bocana. Entonces nos largamos. Entre los altos acantilados buscamos camino al exterior.

Buscamos refugio en el oeste, en la bahía Haavei. Ciertamente una hermosa playa de arena, frente a dos grandes islas. Un escenario cinematográfico, como en la serie PERDIDOS. Nos encontramos entre viento y tierra, con 60m de cadena y oramos que aguantara. Por algo en Vaipaee fuimos de nuevo a la iglesia. Por la noche, el viento sigue creciendo, medimos picos de 43 nudos. Como un toro el TUVALU da saltos en la cadena. Todo está a son de mar en plan temporal, y el dinghi en la cubierta. Dormir no es fácil.

Al amanecer solamente nos mata el increíble espectáculo de la naturaleza que nos rodea. Nadamos a la playa, ya que aterrizando con el chinchorro a través del oleaje rompiente nos parece demasiado peligroso. Me torcí el pie y me pican docenas de nonos. Mejor roto el capitán que el barco.

Hartos del movimiento, dos días más tarde zarpamos. De repente, las revoluciones del motor se disminuyen sin explicación, pero afortunadamente sin detenerse por completo. Sospechamos filtros obstruidos, probablemente un problema genérico de la isla. Navegamos a vela las treinta millas a la isla Nuku Hiva, a la cala en sotavento Hatiheu. ¡ Basta ya, queremos tranquilidad! Desgraciadamente también aquí ráfagas violentas bajan de las montañas. Pero con el viento hacia el mar, en una amplia bahía con buen anclaje no puede suceder mucho. El viento volverá a aumentar, nos dice el pronóstico. Que pacífico mas salvaje.