«Patata». Es lo que suena desde todos los rincones cuando nos ven. «Paataataa». Al llegar con el chinchorro al embarcadero tambaleante ya están allí; un gran grupo de jóvenes estudiantes que nos cuidan. Nos besan la mano con una pequeña reverencia, nos llevan las bolsas, la basura, los bidones o lo que sea. Cada deseo nos lo leen de los labios. Nos llevan con sus motos al banco, nos acompañan al mercado, a la tienda de móviles, traducen del inglés al indonesio cuando es necesario, lo que sea. Y una y otra vez nos llaman con todo el cariño «paataataa», intentando hacernos lo mas feliz posible en Pasar Wajo. Son nuestros ojos, almas y salvaguardias del pueblo.
Pasamos bien una semana aquí. No es una bahía verdaderamente hermosa. Además; las boyas de fondeo – especialmente colocadas para los participantes del rally – comienzan a garrear a la más mínima brisa, el muelle flotante – también de nueva construcción – pone en peligro la vida con viento poniente, el fondeo es muy movido con el oleaje, la excursión turística a la minería de asfalto resulta un tanto aburrida. Pero luego los estudiantes vuelven a bailar a nuestro alrededor, felizmente gritando «paataataa» – y ya estamos nuevamente entusiasmados con el lugar.
En todas partes se organizan recepciones con suntuosos bufets; con el presidente del gobierno local en el día de la independencia, una gala diner para los navegantes con mesas blancas, o espontáneamente por la noche con los estudiantes. También participamos en muchas excursiones bastante interesantes; a la destilación de alcohol ilegal en la jungla (la policía está allí para nuestra seguridad), a ver mujeres tejiendo artesanalmente en la aldea vecina, recolectando plástico en la playa («Plastic lives longer then you» – un gran problema aquí en Indonesia), a una regata en canoa con locales y navegantes (casi todos volcamos debido al gran oleaje); y, por supuesto, al gran evento por lo que en realidad estamos aquí: 2000 jóvenes nos deleitan con sus bailes.
Las diferencias lingüísticas y culturales siempre condicionan la posibilidad de comprensión. Las chicas aquí se cubren con un velo, sus besamanos por supuesto me esta incomodando, estoy vestida con una falda para la recepción del presidente local y mi indonesio todavía es miserable. Resulta que nuestros queridos estudiantes son mucho más expeditivos. Para el primer selfi cantamos «paataataa», y desde entonces nos saludan así con todo el cariño. Que esto no significa hola sino patata, no lo explicamos hasta el momento de la despedida, con lagrimas en los ojos. No importa, lo principal es que nos entendemos.
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