Los extraterrestres

2023-03-18T13:39:51+00:00 18 marzo, 2023|2023, Djibouti|

Bajo el borde irregularmente astillado del parabrisas se ve directamente la miseria. A veces Mohamed se agacha buscando una vista más nítida. Porque arriba sólo se distinguen vagamente las casas destartaladas, la colada secada por aire limpio y seco, y las mujeres con velos de colores. Hay suciedad por todas partes. Un burro se pasea por la calle abarrotada de residuos de plástico. Niños jugando al fútbol en su superficie polvorienta, aparentemente despreocupados por la falta de asfalto.

Los parabrisas están totalmente sobrevalorados, dice Boris de forma lacónica. Pero afortunadamente no llueve. Seguimos sentados en la parte trasera del taxi, sobre los grasientos asientos de cuero, antaño de color rojo brillante, atravesando la ciudad. Delante del volante, un salpicadero amorosamente cubierto por un felpudo beige. Probablemente para atrapar las astillas. Mientras Mohamed mastica tranquilamente una extraña hierba verde, cambia de marchas de forma frenética. Se oyen crujidos desagradables al chocar los engranajes. En el pasado debió de existir un embrague. Para reducir la velocidad, basta con engranar la primera marcha, y el vehículo frena lentamente. Por suerte Yibuti es llano, pienso para mis adentros. Es un lugar desértico sin colinas, para desplazarse con camellos.

Mohamed nos deja intactos junto al mercado por unos míseros mil francos yibutianos. Inocentemente, nos abandona en el centro de esta ciudad completamente en ruinas. Como si fuéramos extraterrestres que no tienen nada que ver con esta sociedad. Al anochecer no quisiera estar aquí. Comienzo a echar de menos la seguridad del taxi de Mohamed.

La vida transcurre sobre todo al exterior. Ellos -generalmente sentados en el suelo- ofrecen pantalones, sandalias, telas bonitas, incluso camisas cosidas por ellos mismos, teléfonos inteligentes o perfumes con garantía de autenticidad. Mujeres jóvenes con profundos ojos negros me seducen con el perfume de las frutas tropicales y especias perfectamente presentadas. Por qué no, pienso para mis adentros. Pero justo detrás de ellas, la acequia apesta terriblemente, un pequeño camión cuba intenta succionar algo viscoso, mientras al lado, la joven Fátima cocina un picante plato de arroz con curry en sus tres fogones en el suelo.

De fondo se vuelven a oír los llantos de los imanes llamando a la oración. Apelando al bien de las personas. Hassan, un tipo extremadamente comunicativo, intenta encontrarle a Boris una camiseta, un smartphone o incluso una mujer entre los distintos comerciantes. Aunque desea tener una camiseta de Yibuti Boris ignora al tipo. Pero Hassan es persistente, intuye el negocio. Sólo cuando nos dividimos estratégicamente tomando dos rutas diferentes a través de la confusa jungla del mercado, se queda atrás despistado.

La llegada hace unos días a Yibuti me enfrentó a mis prejuicios sobre África. Menos mal que en Tailandia ya contacté con un agente para encargarse de todos los engorrosos papeleos para entrar y salir del país africano. Esto tiene la ventaja decisiva de que sólo te saquean una vez. Assan lo hace con encanto y sin escrúpulos. A cambio, nos recomienda un restaurante minúsculo destartalado en el centro, justo al lado del mercado, donde todos los días la madre, durante las primeras horas de la mañana, guisa una cabra en un horno de barro. Nunca hemos probado una carne tan tierna. Como regalo de despedida, la madre nos ofrece un pequeño saquito de curry casero.

 

 

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