¡Talofa!: el saludo en tuvalunés aparece en un letrero grande, a pocos metros de nuestro fondeadero. En Kioa, la isla de Fiji habitada por Tuvaluneses. Una pequeña bahía, protegida por largos arrecifes, rodeada de colinas rocosas y densamente cubiertas de vegetación. Un fondeo perfecto y tranquilo, justo en frente del gran césped central de la aldea. Rodeado por la iglesia, la sala de reuniones y muchas chozas pequeñas, medio escondidas entre palmeras y jardines de flores tropicales.

Unos Tuvaluneses de la isla de Vaitupu compraron en 1947 la isla con la indemnización por los daños sufridos durante la Segunda Guerra Mundial, que también estalló ahí. De este modo, 37 personas se trasladaron de su isla sobrepoblada a Kioa en Fiji. Hoy son casi mil. Algunas voces dicen que la población total de Tuvalu, de unos 9.000 habitantes, debería venir aquí. Antes de que su hogar de origen desaparezca por el calentamiento global.

El jefe del pueblo es el primero en recibirnos. Después del habitual sevusevu, el procedimiento tradicional de llegada fiyiano, comienzan las preguntas que luego responderemos incontables veces. ¿Sois también de Tuvalu? ¿Por qué ese nombre en el barco? ¡Recientemente también estuvimos allí! ¿También conocéis a ese, a otro? Parece que estamos en familia…

En todas partes se construye diligentemente. Se amplían las casas, se cuidan los jardines y se rehabilitan las instalaciones comunales. No solo porque el huracán Winston dejó en el año 2016 sus huellas desastrosas aquí, sino que el 26 de octubre es el Día Nacional de Tuvalu. Se esperan los primeros ministros de Tuvalu y de Fiji, así como muchos otros invitados. Una vida pacífica e integradora de las dos culturas.