Todo empezaba con un ligero ruido en el francobordo de babor, casi no perceptible. El balaceo del barco se ralentizaba. El ruido aumentaba, ya mas un crujido, rascando el casco, cada vez mas fuerte. Y de golpe estamos parados. Todo esta quieto. Asustado doy un salto desde mi camarote a la cubierta. ¡No puede ser! Estamos encerrado en medio de una alfombra de color verde – amarillo, casi de un metro de altura, y que llega hasta al horizonte. Como el hielo en la antárctica, pero una versión biológico – vegetariana. Con sudor en la frente me despierto de esta pesadilla.
En la realidad no es tan extremo. Pero las algas de “sargazos” nos acompañan y molestan desde hace unos días. Alfombras pequeñas flotando en la superficie del mar de color verde, con bolitas de color amarilla. Pescamos una: huele fuerte de pescado, lo utilizan para alguna medicina. Comprensible con la peste que hacen. Pero nuestro problema es otro. A los sargazos les gustan mucho enrollarse con la pala del timón del piloto de viento. Y acto seguido nos desviamos fuertemente en alguna dirección incontrolable. Puede ser que también el saildrive y la quila esta lleno, quien sabe. Cada 12 horas paramos el barco y damos una vuelta de 360 grados y esperamos que las hierbas se van. Para estar seguro alguien tendría que bucear abajo. Pero hay tiburones en el atlántico. Y estos no son vegetarianos.
joder macho ,no staras en el triangulo de las Bermudas ? y el piloto de viento lo guia una fuerza misteriosa , dale un poco de ron a Neptuno para que te libere de los sargazos. un abrazo que no decaiga la buena armonia