Un poquito soso, así nos parece el sur de Grenada. The St. Georg University, una universidad americana con una arquitectura horrible. Un aeropuerto internacional. Foodland, un supermercado con productos de Europa. ¿Dónde se han quedado, esas casitas monas con sus tejados de color, envueltas de un verde intenso?. Por supuesto siempre son señales de pobreza, pero igual nos gustan, ya que lo consideramos auténtico. Típico caribeño.

Pero cuando damos una vuelta alrededor de la isla todo cambia. Enseguida la selva envuelve de nuevo todo. Viajamos con transporte público. Son buses privados de unas diez plazas y se puede entrar y salir en cualquier punto de sus rutas predefinidas. Y si tu destino está algo apartado de la ruta simplemente pagas algo mas y el bus con todos los pasajeros dentro se desvía. Pues, un sistema perfecto para descubrir la isla muy de cerca. Así viajamos amenudeo bien apretados y como únicos blancos siguiendo la línea de la costa. La música está puesta alta, los altavoces malos. Seis veces cambiamos el bus. Así cada vez hay tiempo para ver los pueblos. A pesar del mal estado de las carreteras y de las curvas bruscas los conductores corren a tope (por la izquierda, que nos irrita aun mas), unos nos explican cultura y puntos de interés de los pueblos, otros hablan por móvil. Cada viaje cuesta 2,5 EC (unos 0.8€). Un encuentro hermoso con niños, pero surreal  (¡fue en el cementerio!). Visita en la fábrica de chocolate. Cascadas. La selva (a pesar del hecho que en el huracán del 2004 un 80% de los árboles se cayeron). Nuez moscada, cacao, jengibre y vainilla. Así es la Grenada de verdad. Sin americanos, pero spicy, spicy, spicy.