En la polinesia la construcción de una canoa era un evento religioso, regido por sacerdotes y rodeados de ceremonias y fiestas. Una vez terminada, la nave era considerada como portador de poder espiritual y era bienvenida por la gente como un miembro mas de la comunidad. Algo parecido sentimos por el TUVALU. Nuestra “canoa” que ya nos ha portado alrededor de medio mundo, superando temporales, olas, corrientes y innumerables arrecifes. Sentimos que su alma nos protege.

Mientras volveremos unos meses a Europa lo dejamos solito en tierra en la isla de Raiatea. Sabe mal dejarlo ahí, expuesto a una difícil temporada de ciclones en un año de niño potente. Pero confiamos que el TUVALU, ya mayor de edad y experimentado, supere también estos obstáculos y nos recibirá en abril de nuevo con su alegría y ganas de comerse el mundo de siempre. Hasta pronto, TUVALU!