Tan simple era. Una galera maravillosa balanceándose suavemente en las olas de la brisa de la mañana. Mientras tanto cuatro marineros y el capitán en uniforme azul remaron en un bote pequeño a la playa. Excepto unos pocos loros atrevidos, nadie se atrevía salir de la selva tupida. Parecía que hoy los salvajes no estaban en casa. Así que no había más problema de clavar la gran cruz de madera en la playa de arena virgen.
Rápidamente, pero dadas las circunstancias muy reverente ceremonia, el grupo tomaba en nombre del rey de España y de la Iglesia Católica posesión de la isla. La bautizaron a menudo con poca imaginación. Por ejemplo » Domenica». Ya que justo era domingo. Enseguida después Don Cristóbal Colón se dejó remar de vuelta a su galera. Todavía quedaba mucho por hacer. En el horizonte ya se distinguió la siguiente isla (… y mañana ya era lunes). Ser descubridor era una profesión sería y uno no debería empantanarse en detalles innecesarios .
Mientras tanto, la vida siguió tranquila como siempre en el otro lado de la isla. Se estaba haciendo las tortas de maíz como cada día, se daba el pecho a los niños hambrientos, se abría los cocos que cayeron de las palmeras. Un día como cualquier otro. Y nadie sabía en el pequeño pueblo que como salvajes acaban de entrar en la historia mundial formando parte de España. Tampoco era realmente importante, ya que se tardía años hasta que se acercase de nuevo un barco grande a la playa al otro lado del pueblecito.
En Guatemala – como en casi todos los demás lugares de ultramar – las desembarcaciones posteriores eran de una naturaleza muy diferente. Tal vez la arrogancia prepotente era la misma. Pero ahora llegaron los conquistadores. Después del primer acto simbólico y histórico (para el occidente) ahora el encuentro era brutal y destrozador. Sin el más mínimo interés en las culturas locales, las lenguas y las reglas de propiedad en Guatemala los Mayas simplemente fueron tomados como esclavos. En las minas de plata y más tarde en las plantaciones de azúcar. A partir de este momento tenían el honor de trabajar para los supuestamente nobles de forma infernal hasta su muerte. Nadie ponía freno a la codicia, siempre y cuando se podía conseguir suficiente oro y plata enviándolo a Cádiz.
Muchos siglos más tarde descubrimos en innumerables rincones de Guatemala las raíces de la cultura española. Parece que por suerte las atrocidades se acabaron para siempre. Así que estamos encantados de ver en Antigua el «patio sevillano», planificaciones urbanísticas como los de Cerda en Barcelona, o bien baldosas tipo «hidráulicas», y mucho más. Y , por supuesto, el idioma. Que lindo. Además, aquí parece que todo el país es aficionado o del Barça o del Real. Así a menudo nos sentimos orgullosos de la expansión de la cultura española. Tanta cultura propia tan lejos de casa.
Sólo muy de vez en cuando aparece de repente una sensación incómoda en el estómago. Algún comentario en la conversación de la gente indígena en la mesa al lado que no hubiéramos debido oír. O, como cuando nuestro guía durante la visita del Castillo San Felipe en Río Dulce nos cuenta con un tono aliviado cómo los Mayas después de muchas siglos de supresión por fin han logrado de expulsar al Rey Felipe fuera del país. Nadie aquí pidió que viniéramos a traerles el supuesto progreso y la moral superior. En lugar de orgullo conviene arrepentimiento.
Epílogo
Aquí nadie se salva: en sus colonias los ingleses, holandeses y franceses en absoluto eran mejores. Igualmente mataron, esclavizaron, exterminaron como les daba la gana. Unos monjes y unos científicos como Humboldt o Darwin son nada mas que la excepción a la regla.
Y yo ? De repente, me gustaría declararme Suizo (ya que nunca teníamos colonias). Pero, quizás no es nada más que cobardía. Lo que históricamente muy a menudo era una característica típico de los suizos.
Hans pronto podrás escribir un libro de historia. Piénsatelo.
Un abrazo para los dos