Los primeros días de nuestra travesía de 1800 millas por el Océano Índico se caracterizan por vientos débiles y un mar como un espejo. Pero pronto avanzamos con la llegada de los vientos de través, que al cabo de unos días aumentaba aún más. En el miniblog de nuestra nueva página de seguimiento de PredictWind escribo:
“Desde esta mañana hemos recuperado la esencia pura de la navegación oceánica. Los vientos rozan los treinta nudos, un mar potente de unos tres metros nos empujan desde la aleta. El Tuvalu sienta que está hecho para momentos grandes como estos, surfeando las olas con full speed, compartiendo su alegría con el capitán. Subimos y bajamos las olas, a veces con furia, pero siempre con nobleza – tal como el Tuvalu lo ha aprendido durante los miles de millas en todos los océanos pasados. El piloto de viento dirige el barco de forma fiable, empujan las velas reducidas al tercer rizo en la mayor y con el foque. Así me quedo sin apenas trabajo, simplemente me permite horas y horas observando y disfrutando el espectáculo del océano. Me siento tan afortunado de poder vivir este momento mágico, este mismo instante, unido con esa mar infinita.»
Al cabo de diez días, llegamos al golfo de Adén. Allí aumenta el peligro de los piratas de Somalia. Pero nos sentimos bien protegidos. La presencia de buques de guerra europeos y británicos ha hecho que la zona vuelva a ser segura. Efectivamente, hace ya ocho años que no atacan a ningún yate. Así que el riesgo siempre nos ha parecido muy moderado. No obstante, enviamos nuestro informe de posición diario a los militares a través de IridiumGo, y ellos siempre saben exactamente dónde estamos mediante el AIS y nuestra página de seguimiento. Dos veces nos sobrevuela uno de sus aviones de guerra y hablamos brevemente con ellos por VHF 16.
Aquí siempre navegamos con el viento de popa y con el Génova y el foque desplegadas: nuestra navegación clásica con vientos alisios. Nuestra derrota está en la franja de dos millas de ancho que divide el canal virtual de 600 millas de largo hacia Yibuti en dos direcciones de navegación. A ambos lados de nosotros -y por tanto a una distancia adecuada- navegan los enormes portacontenedores que van y vienen de Suez. Estamos en medio de la vena sanguínea del comercio mundial. Solos, ¡y una mierda!
Poco después del amanecer y sólo unas horas antes de nuestra llegada, un grupo de juguetones delfines nos da la bienvenida. Un momento mágico en alta mar y el final perfecto de la travesía. Poco después, el 26 de febrero de 23 a las 10 de la mañana, llegamos a Yibuti en buen estado de salud y sin ningún problema técnico digno de mención, sin haber visto nunca un pirata. Ahora tengo ante mí el Mar Rojo.
Guauuuu me das un poco de envidia, pero con tus descripciones es como si lo estuviera viviendo.