La hierba está seca, parecida a un ramo de romero. Se machaca la hierba en un mortero hasta convertirla en polvo. Después se pone el kava en una bolsa de algodón y se remueve continuamente junto con agua fría en un recipiente de madera adornada con símbolos preciosos. ¡Y ya está lista la bebida! Se sirve en un recipiente de coco y se va pasando el mismo a todos los integrantes del grupo que están sentados alrededor. Seguido de tres palmadas se bebe a palo seco.

Después de varios auto experimentos nos sabe asqueroso. Pero tampoco se trata de disfrutar de la bebida, como si fuera un buen vino tinto del Priorat. Única finalidad es colocarse. Kava contiene un sedativo, primero deja la lengua sin tacto, luego relaja los músculos, la mente, hasta que finalmente uno se duerme. Unos treinta vasos hacen falta para llegar al efecto deseado. Tanto nunca he conseguido.

Une nos invita a celebrar con el pueblo el Fiji Day, la fiesta mas grande del año. Por la mañana se juega a voleibol, los niños a estirar la cuerda. Comemos todos juntos, se toca música y se baila. Pero sobre todo se bebe kava. Cualquier escusa se aprovecha. El nacimiento de un hijo, la llegada de navegantes, o bien el día nacional de Fiji. Sea lo que sea. Lo importante es que haya kava.

En realidad el Fiji day es un gran botellón. Solo que en el pueblo no hay alcohol. Y los efectos son diferentes. Ya que un botellón en España produce indudablemente conductas mas excitadas, agresivas, o al menos mostrando otras reacciones indeseables y molestas. El kava produce mas bien una tranquilidad de masas casi desconocido para nosotros.

Cuando llegamos a las diez de la mañana al pueblo todo el mundo ya está bebiendo con ganas. Dejamos la fiesta sobre las cinco de la tarde – después del cese de las actividades deportivas. El ambiente es insuperablemente suave, silencioso, tranquilo. El tiempo de reacción de la gente se ha multiplicado por cien, las charlas se reducen a largas sonrisas cariñosas. Todo el mundo se encuentra estupendamente. Chill out en el paraíso.