Como si de una armada completa se tratara. Al principio es sólo una sombra tenue en el cielo de la tarde. A medida que el sol se pone, descubrimos más y más luces en el horizonte. 20, 30, 40 barcos, una enorme flota nos rodea.
Pescadores, faenando con sus redes, sospechamos. Como ya ha pasado varias veces en nuestra travesía de Torres Strait a Indonesia. La noche anterior esquivamos una en el último momento. Entre dos barcos a una distancia de cuatro millas, había una red provista de unas ridículas boyas con luces casi imperceptibles. El ALCEDO, que navegaba junto a nosotros, fue menos afortunado. Se quedó atrapado durante horas en la red, hasta que un pescador los sacó.
Así que toda una armada de pescadores frente a nosotros. Pero ¿dónde están las redes? ¿Siempre dos y dos? ¿Entre cual de los barcos? El viento sopla de popa con 30 nudos y un oleaje considerable nos empuja hacia sus tentáculos. Ante nosotros en la noche oscura, todo el horizonte lleno de barcos de pesca. Ellos sin AIS, sin responder a nuestras llamadas a través de VHF. Como a menudo uno tiene decidirse sin saber cuál es realmente la mejor opción; ¡A tomar el toro por los cuernos! Temblamos, sudamos de emoción, esforzándonos por encontrar balizas en el agua. A la espera de que el TUVALU vibre, se atasque, retroceda como un pez atrapado en la red.
Pero no, pasamos. Ufff, el pez queda libre. Afortunadamente esta fue la última noche de la travesía. Poco después del mediodía anclamos frente a la isla Kei de Indonesia, en Debut. Y qué recepción: unos oficiales de los más amigables y eficientes para hacer la entrada al país, los niños sonriendo, una armada de aldeanos amables y serviciales, baile nocturno con ellos en el embarcadero. Indonesia, por fin.
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