Con conciencia y cuidado buceo de proa a popa. Los pasa cascos, la conexión quilla – casco, el Saildrive (hélice), el timón. No observo ni el mas mínimo daño causado por una colisión, ni la mas fina hendidura. Resoplando hondo llego a la superficie.

El alivio de haber llegado es enorme. Refugiado en el pequeño puerto de Oinafa, anclado a cuatro metros de profundidad en el agua cristalina. Pero ya muy pronto vuelven las preguntas incómodas sobre la severidad del daño al barco. ¿Los hemos localizado definitivamente, los podemos arreglar con nuestros propios recursos en esta isla que está situada más allá del tiempo? Todavía pueden esperar las reflexiones sobre las razones que nos llevaron a esto – meteorológicas, marineras, técnicas. De cualquier manera, lo pasado pasado esta.

Con el chinchorro inspeccionamos el daño por encima de la línea de flotación en la proa. Un gran agujero y dos más pequeños en el área del pozo del ancla rompiendo la capa exterior de la construcción de sándwich de fibra de vidrio en esa zona. Tal vez permitiendo así una entrada de agua con las olas de mar grueso. Días después, los pegaremos con esteras de fibra de vidrio. Estéticamente una pena, pero eficaz.

Mientras tanto nos llaman del cutre muelle cercano. Nos acercamos con el chinchorro. Son los representantes de las autoridades de Rotuma, explicamos lo que nos ha pasado. Nos muestran comprensión y preocupación por nuestro bienestar, ofreciendo ayuda y acordamos que volverán el día siguiente para los tramites oficiales de entrada al país.

En el interior volvemos a bombear el agua de mar. Pero el achique se llena de nuevo. Comprobamos los pernos de quilla, las válvulas de mar, el tubo de escape, la desalinizadora. Todo. Con mangueras bombeamos las cavidades casi inaccesibles en la construcción del suelo. Y de hecho, hacia la tarde, el achique se va reduciendo a un pequeño chorrito. Por primera vez respiramos profundamente.

Con el sundowner la tensión lentamente cae de nosotros, cambiando a ilusión. No, este no es el final de nuestro viaje. ¡En qué isla mas maravillosa hemos aterrizado! Que suerte tenemos! Incluso si todavía estamos algo desconcertados de cómo entró el agua. No importa, los pies ya están secos.