Los niños son tímidos, casi no se atreven a acercarse. Ellos sonríen, nosotros también. Pero no saltan alegremente. También con los adultos a menudo es desconcertante. Preguntamos a alguien por el camino: “¿A la derecha?” – «Sí» – «O a la izquierda?» – «Sí». ¿Hmm, tal vez no quieren que vayamos allí? Quizás no es solamente que no hablamos tonganés, y ellos a menudo tampoco inglés.
Hay pobreza, a pesar del entorno paradisíaco. La atención médica es precaria. Mejor mantenerse saludable aquí. Hay proyectos de ayuda de Estados Unidos, Australia; construyen escuelas rudimentarias. Sorprendentemente los edificios mejor construidos del municipio a menudo son las iglesias, qué extraño.
Los hombres llevan faldas, las mujeres una especie de esteras voluminosas sin forma. Probamos cava, la bebida nacional. La lengua aturdida sabe a piedra molida. Definitivamente no tiene nada que ver con la versión catalana. Observamos su danza tradicional, irritados al ver como el público pega billetes a los cuerpo aceitosos de los bailarines. La distancia cultural parece aun mas insuperable que la lingüística.
El domingo, la vida se detiene. Día de la familia y de la religión. En la misa de la iglesia de Neiafu todo el mundo aparece arreglado al máximo. Los brazos y las piernas cubiertas de forma puritana. Increíble cómo la comunidad canta fervorosamente en coro polifónico. Mi hermana Susanne y su coro de la iglesia Winterthur lo envidiarían. Sin embargo, no es la música alegre con ukelele y bongos de las Marquesas. Música religiosa severa, llena de culpabilidad. No obstante, también son polinesios.
El negocio está en las manos de los expats. Una sociedad dentro de la sociedad. Las tiendas de comestibles están operadas por chinos. Los restaurantes y hoteles dispersos en pequeñas islas paradisíacas por australianos, alemanes, suizos, estadounidenses, españoles. La empresa de alquiler de veleros Sunsail también. Todos ellos cooperan en la rueda de navegantes por radio VHF, para que sepamos lo que está pasando. Por supuesto, también visitamos el restaurante «La Paella» de Eduardo y Pilar, lo llevan desde hace 30 años. Navegantes españoles, que han construido aquí su lugar definitivo para vivir.
A la Exposición de Agricultura viene el rey de Tonga. ¡Un verdadero rey! Por supuesto queremos verlo, al igual que casi todos los habitantes de Neiafu. Digno, rollizo, sentado bajo la carpa, acompañado de su esposa. Las disposiciones de seguridad son agradablemente casi inexistentes, ya que aparentemente todos tienen un gran respeto por él. Oímos interminables discursos de varios representantes en tonganés sin comprender nada. Finalmente su Majestad da también un breve discurso y procede a visitar con interés toda la exposición. Taro, papaya, tomate, limón, pescado, almejas, tortugas. Aprendemos; los tonganeses son autosuficientes. El dinero no es tan importante.
Encontramos un grupo de hombres sentados en el muelle del pueblo Vakataumai, rodeados de taros y plátanos en cestas hechas de árboles de plátano. Esperando que les lleve un pequeño bote al mercado en Neiafu. Nos sentamos con ellos. Y ahí está de nuevo, esta característica tan polinésica: tener tiempo. Y poco a poco nos abren su alma, a nosotros, aquellos extraños con sus costosos barcos de la bahía. Y nos devuelven esta hermosa sensación de bienvenida.
Liebe Ima und Hans
Wieder einmal im Spital – grosse Prostata OP gestern – schaue ich Eure guten Berichte an! Ist eigentlich Europa das Endziel, allenfalls der Untersee? Eine gute Weiterreise und herzliche Grüsse
Dieti
Como me encanta recibir vuestros relatos de los distintos sitios donde vais pasando y este reportaje fotográfico.
Un beso muy grande paara los dos.
PD. Veo que os estais aficionando a ir por las iglesias.