El agua gorgotea entre las tablas del suelo. Ahaya está lavando platos, su prima justo al lado escurre la ropa. Padre Mohamed está pescando. Media docena de niños saltan al agua gritando felizmente y nadando hacia nosotros. Una botella de plástico de 5 litros les sirve como flotador. Todo es muy idílico. ¡ Everybody really happy !
Encontrar el flotador fue fácil. Toneladas de plástico flotan en este caldo marrón – gris. La cabaña torcida de Ahaya tiene el privilegio de estar ubicada en primera linea del río. Respectivamente flotando encima de una balsa precaria amarrada en la orilla. Junto con una choza minúscula más. Esto debe ser inevitablemente el retrete. Justo ahí donde te laves, pescas y bañas. Junto con todos los vecinos.
Los invitados del Rally estamos orgullosamente conducidos a través del río con una canoa decorada como si fuera para la luna de miel. El fueraborda traqueteando, la canoa decorada con corazones hechos de guirnaldas, flores artificiales, incluso algunos LED parpadeantes de todos los colores. Una excursión para mostrarnos la belleza de la ciudad Pank Alanbon de unos dos mill habitantes, cómo nos explican. Pero más bien estoy cayendo en una depresión profunda. Cientos de cobertizos miserablemente construidos se encuentran en la orilla. Basura en la playa, basura en el agua, basura en todas partes. Si volcara nuestra canoa, seguro moriré inmediatamente de tifus o cólera. Como si estuviéramos ofreciendo cruceros en la depuradora de aguas residuales de Barcelona. Los orangutanes en la jungla lo tienen significativamente mejor.
«Vuelva a aquí el año que viene, traigan a sus familiares y amigos, cuénteles en casa lo hermosas que son nuestras tierras», nos pide la presidenta de la ciudad por la noche con motivo de la cena de gala. Creo que eso es lo que me fascina tanto aquí en Indonesia. Esta voluntad de optimismo, felicidad y ganas de vivir. A pesar de todas las adversidades.
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