Y enseguida empiezan a nadar. 30 milímetros de largo y llenas de esperanza, evitando ser devoradas por dorados y tiburones hambrientos. Ellas se alimentan de medusas, lo cual nos gusta especialmente. Solitas cruzan el océano. Y luego, unos veinticuatro años mas tarde y ya fértiles, volverán exactamente al lugar donde nacieron. ¡Tortugas!

Normalmente sobreviven una de mil babis. Aquí en el Old Hegg Turtle Sanctuary que hoy hemos visitado es una de cada dos. Una excursión placida al otro lado de la isla de Bequia nos ha llevado a la estación de tortugas de Orton “Brother” King. El esta observando las playas donde las tortugas entierran sus huevos y recoge una parte de los recién nacidos para criarlos en su estación. Tres años mas tarde, ya suficientemente fuertes, las deja de nuevo en libertad. Hasta ahora Orton ha devuelto al mar unas 2000 tortugas.

Supongo que no somos los únicos que estamos fascinados de las tortugas. Llegan a tener doscientos años y parece que tienen un GPS natural que les permite navegar miles de millas náuticas en el océano y regresar precisamente al lugar del nacimiento. Hoy en día su mayores enemigos somos nosotros. En Las Grenadines por ejemplo están protegidas durante siete meses, pero el resto del año se pueden pescar. Todavía se consideran como un alimento sabrosísimo.

Después de nuestra visita en la estación de tortugas fuimos al chiringuito al lado en la playa a comer un dorad obuenísimo. Y ya nadan de nuevo.

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