salty

2018-03-15T10:39:18+00:00 22 agosto, 2017|2017, Rotuma, Travesía Pacifico, Tuvalu|

Ráfagas de 45 nudos martillean en la mayor con el tercer rizo, ya hace horas hemos enrollado el foque por completo. Vamos en contra, arriba y abajo. Una montaña rusa, una lavadora, y nosotros dentro. Cualquier actividad a bordo se convierte en acrobacia. Aquello del mar del Sur, lo de las palmeras y playa de arena: un cuento de hadas para seducir marineros desprevenidos.

Olas como montañas nos frenan. El barco se desploma en un valle profundo, delante una pared de agua azul – verde brillante. Cuatro, cinco metros de altura, estimamos. Por encima de ello espuma blanca, rompiéndose sobre el barco. Avanzamos con dos miserables nudos, delante quedan aun 400millas a Fiji. Una pesadilla que no tiene fin. Con todas las manos (¿por qué tenemos sólo dos de ellas?) intento aferrarme a la mesa de navegación.

De repente oigo un burbujeo, en algún lugar en la dirección de mis pies. No quiero admitirlo. Pero ahí está. Glug, glug, glug. Hace falta mucha superación para levantar las tablas del suelo. Físico, pero principalmente mental. Me temo lo que habrá. Mierda, varias docenas de litros de agua se derraman de un lado a otro. Glug, glug, glug. Sin esperanza saboreo el agua con mi dedo. Salada.

Hace unas horas ocurrió otra desgracia. El ancla se descolgó del soporte y golpeó el casco durante horas. Dejando un agujero del tamaño de un puño sin que nos diéramos cuenta. Entonces, ¿de dónde debe venir el agua, si no de ahí? Horas más tarde y después de cada achique, la esperanza baja al ritmo que el nivel del agua salada aumenta.

Después de tres días de infierno estamos destrozados, casi incapaces de pensar. Mis células cerebrales parecen estar desactivadas. La navegación de altura es ante todo un reto mental. Con la tripulación al límite y un yate que hace agua, decidimos finalmente cambiar el rumbo. A Rotuma, una isla perdida en la inmensidad del Pacífico. Si tuviéramos un verdadero problema estructural, infaliblemente no podríamos arreglarlo allí. Pera habría al menos tierra debajo de los pies por si a caso. Una vez que el curso se cambia, mi cerebro también reacciona de nuevo.

24 horas después y completamente agotados dejamos caer el ancla en una pequeña bahía en el noreste de la isla. Agua cristalina, perfectamente protegida contra el viento potente del SE, un paisaje de ensueño como sólo los mares del Sur pueden ofrecer. Por eso estamos navegando, ¿no?

 

5 Comentarios

  1. Karl Gustav Ruch 22 de agosto de 2017 en 10:00 10Tue, 22 Aug 2017 10:00:51 +000051. - Responder

    Sturm, das Schiff leckt, eine crew kämpft ums Überleben und rettet sich auf eine kleine, idyllische Insel in der Südsee.
    Das sind Geschichten, wie wir sie gerne hören auf dem trockenen Festland.Ich hoffe, die Geschichte endet gut. Un abrazo y cuidaros!

  2. Roman Sanchez Morata 23 de agosto de 2017 en 03:02 03Wed, 23 Aug 2017 03:02:54 +000054. - Responder

    Muy bien relatado. La próxima igual cambias de rumbo antes ¿no?. Por otro lado, un amigo mio dice que «los caballeros de la mar no ciñen» y cada día estoy más de acuerdo. Enhorabuena! Y cuando reanudeis la travesía ¡Buen viento! Un abrazo

  3. Eduardo 23 de agosto de 2017 en 07:38 07Wed, 23 Aug 2017 07:38:41 +000041. - Responder

    Un paraiso nuevo, Rotuma, lo llegas a decir antes y te lleno el barco de radioaficionados para activar la dificil isla.
    Animos

  4. jordi isern 23 de agosto de 2017 en 15:14 03Wed, 23 Aug 2017 15:14:51 +000051. - Responder

    Podem imaginar una mica la vostra desesperació, perquè l’article és una meravella (per lo ben descrit que està, també psicològicament); sort que té final feliç. I li diuen el «Pacífico». Una abraçada des de l’Empordà a tots dos. I ànims.

  5. Enzo 24 de agosto de 2017 en 07:07 07Thu, 24 Aug 2017 07:07:15 +000015. - Responder

    Qué mal rollo!
    Confieso que leyendo el post estaba sudando y en tensión, aún sabiendo que, si lo habías escrito y publicado, todo había acabado más o menos bien…

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